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Brasil gira a la derecha y elige al exmilitar Jair Bolsonaro

Con más de 57 millones de votos, el diputado Jair Bolsonaro (PSL) fue elegido este domingo (28/10) presidente de Brasil. En la segunda ronda Bolsonaro derrotó al petista Fernando Haddad (PT), y gobernará el país durante los próximos cuatro años. Jair Bolsonaro tomará posesión como nuevo presidente de Brasil el 1 de enero y sucederá a Michel Temer (MDB), en el cargo desde el año 2016, tras el impeachment contra Dilma Rousseff (PT), reelegida en 2014. El último militar que ocupó la Presidencia de la República del país fue João Baptista de Figueiredo, que dejó el cargo en 1985.

En el discurso de la victoria, pronunciado tras la confirmación del resultado, y significativamente a través de Facebook Live, el capitán retirado del Ejército afirmó que será un «defensor de la Constitución, de la democracia y de la libertad». Diputado federal elegido por el estado de Río de Janeiro desde el año 1991, Bolsonaro se ha convertido durante la campaña en el principal líder conservador brasileño. En la primera vuelta sufrió un atentado después de que un perturbado simpatizante de ideologías izquierdistas le asestara una puñalada el 6 de septiembre, hecho que lo mantuvo convaleciente y ausente durante casi toda la campaña. Bolsonaro es autor de declaraciones bastante polémicas, y tendrá como vicepresidente al general retirado Hamilton Mourão, alguien todavía más radical que él en sus posicionamientos antidemocráticos y nostálgicos de la dictadura.

Durante una campaña basada principalmente en las redes sociales, Bolsonaro repitió que su gobierno tendrá tolerancia cero con la corrupción, criticó fuertemente al PT y la izquierda brasileña –que gobernó en Brasil entre los años 2003 y 2016–, hizo defensa de los valores familiares conservadores, pidió mayor libertad para que la policía actuara sin ser sancionada por excesos durante sus operaciones de seguridad pública y prometió adoptar una línea más liberal en la economía. Su ministro de Hacienda será el economista liberal Paulo Guedes, socio de la empresa de inversiones Bozano y discípulo de la liberal Escuela de Chicago.
Ante el desgaste de los políticos tradicionales, del alto sentimiento anti-PT y de un electorado cansado y con un discurso contra la corrupción, Bolsonaro fue elegido por aproximadamente el 40% de los 147 millones de brasileños con derecho a voto. A partir de enero de 2019 Bolsonaro gobernará un país con casi 13 millones de desempleados, cuentas públicas en rojo, bajo crecimiento económico y altos índices de violencia, con más de 63 000 muertes violentas en un año. Por primera vez en su historia, hay 30 homicidios por cada 100 000 habitantes, cuando en España el número es de 0,7 por cada 100 000.

Apoyado por amplios sectores del empresariado, que esperan un gobierno más privatizador y austero, Bolsonaro no ha detallado lo que pretende hacer en el área económica, pero sus asesores, que trabajan en las primeras medidas que el presidente anunciará, hablan de reducir impuestos, aprobar una propuesta de reforma de la Seguridad Social, estimular la creación de empleo, simplificar el sistema tributario, privatizar empresas estatales ineficientes y acabar con el déficit fiscal, que para este año se estima en 148 000 millones de reales (alrededor de 40 000 millones de dólares). Los mercados ven estas medidas con buenos ojos (en las últimas semanas, el índice de la Bolsa de Valores de Brasil ha subido a la par que las encuestas electorales daban como claro vencedor a Jair Bolsonaro).

La aprobación de esas medidas, sin embargo, exigirá negociaciones con el Congreso Nacional, donde Bolsonaro deberá contar con entre 230 y 240 votos en la Cámara de Diputados, de un total de 513, y cerca de 30 votos en el Senado Federal, que cuenta con 81 miembros. Sin mayoría en ambas Cámaras, Bolsonaro también necesitará una buena articulación política para lograr votos para la aprobación de las medidas que dependen del Legislativo. Su partido, el PSL, consiguió 52 diputados federales y 4 senadores. Con un Congreso parcialmente renovado y atomizado entre decenas de partidos, el nuevo presidente necesitará contar con parlamentarios de centro para aprobar potenciales cambios.

El reelegido diputado Onyx Lorenzoni (DEM) será el principal articulador político de Bolsonaro, que ya citó su nombre como futuro ministro de la Casa Civil, una figura similar al Ministerio de Presidencia. Pero varias medidas en estudio por el equipo de Bolsonaro pueden ser adoptadas por decisión exclusiva del presidente electo. En el área comercial, por ejemplo, Jair Bolsonaro pretende ampliar acuerdos comerciales bilaterales y reducir los acuerdos que clasifica de cariz ideológico pactados durante los gobiernos del PT, como, por ejemplo, con China, Cuba y Venezuela.

En el área agrícola, Bolsonaro señaló que va a reducir el tiempo para la concesión de licencias ambientales y tratar los movimientos sin tierra como terroristas, con lo que pretende ganarse el apoyo de diputados y senadores vinculados al sector de la agroindustria. A pesar de la crisis, tendrá un cuadro económico relativamente favorable en los dos primeros años de gobierno, con la inflación bajo control, intereses bajos, economía en recuperación y una situación algo más favorable en las cuentas externas.

Uno de los principales desafíos del nuevo presidente será pacificar un país profundamente dividido y polarizado. Más del 45% de los votos válidos fueron contra sus propuestas. El número de votos blancos y nulos en la elección alcanzó el mayor nivel desde 1989. Además, las constantes declaraciones polémicas de Bolsonaro y sus partidarios contra el Poder Judicial, la prensa y los opositores causan alarma sobre los riesgos de dar el poder a un Gobierno antidemocrático, autoritario y radical. En el mencionado discurso realizado sólo para las redes sociales tras su victoria, Bolsonaro quiso mostrar la Constitución brasileña, además de la Biblia. Al comentar el resultado de la elección del domingo, el presidente del Supremo Tribunal Federal, Dias Toffoli, pidió «unidad y serenidad».

La duda principal es esa: cuánto moderará el poder al candidato Bolsonaro, y si conoceremos a un presidente sustancialmente distinto al que le llevó al Palacio de Planalto.