DE ASUNTOS PÚBLICOS ARGENTINA

Las elecciones siempre están en el medio

Hay muchas reformas que un gobierno puede encarar, todo depende de los objetivos que éste tenga durante su mandato. En el caso de Cambiemos, la obsesión reformista pasa principalmente por la fiscal, la laboral y la de infraestructura.

Esta última, muy ligada al perfil profesional del propio Presidente (Ingeniero Civil) se está viendo concretada de a poco, según lo plantean algunos encuestadores privados. En algunos municipios del interior del país, inclusive entre los que se definen como kirchneristas, los ciudadanos ven obra pública en su barrio y esto es visto como algo positivo que les está empezando a cambiar la vida cotidiana. La obra como paliativo de la grieta podría ser el título.

Claro, esa reforma (sin desmerecer el esfuerzo) está más ligada a la capacidad del gobierno de tener los fondos necesarios para financiarlas que a la voluntad política de otros espacios para colaborar en la concreción de las mismas. Es decir, es una herramienta 100% de gestión ejecutiva vital sobre todo en años electorales. A este escenario se le sumará el año próximo la posibilidad de financiar obras a través del régimen PPP (participación público-privado) que ya fue aprobado y que tendrá como foco al comienzo el desarrollo de corredores viales por ejemplo.

Las otras dos reformas, sí o sí, serán más una discusión de largo plazo. Si bien pueden ser vendidas como logros del gobierno, se trata de reformas mucho más profunda para las cuales el oficialismo necesitará de la oposición. Para la reforma fiscal, desde que asumió Nicolás Dujovne en la cartera de Hacienda, se está trabajando con la mayoría de las provincias (algunas ponen la política por encima del bien común) alrededor de una misma mesa para poder sancionarla en 2018.

Sucede que al ser algo tan delicado, lo que se toque en un lado tiene un efecto en el otro. Las provincias están dispuestas a colaborar pero todavía muchas de ellas siguen siendo Nación- dependientes. Sólo San Luis, La Pampa, Formosa y Santiago del Estero tienen superávit, y en parte pueden darse el lujo de no ir todas las semanas a Casa Rosada. Por eso también son las más duras en términos políticos (lo de Santa Cruz tiene otra explicación). Quizás la única crítica que se lo podría hacer a este ambicioso objetivo fiscal, es moderar las expectativas. Se viene anunciando con demasiada anticipación que “…esto sale el año que viene”.

Por el lado de la laboral acontece algo similar. Es tan profunda, y con un impacto directo en la competitividad tanto del sector privado como del propio Estado, que es muy fácil banalizar la discusión. Todos quieren hacerlo, pero a qué costo. Pero además toca otros intereses, nada más y nada menos que los sindicales. “A toda empresa le va a llegar su Uber” dijo en estos días un importante referente de la banca pública. Y precisamente no se refería a la economía colaborativa como modelo de negocio (que también ya es una realidad); sino a la gestión de los RRHH que tienen empresas como la mencionada.

También, el gobierno en particular, está aprovechando la reciente reforma aprobada en Brasil (que se suma a otras medidas reformistas como el ajuste público entre lo que se destaca congelar el gasto público por 20 años) para poder introducir el tema en la agenda pública en un momento en que la tensión con la CGT volvió a ser una de las primeras preocupaciones. Pasa que en caso de avanzar, se debería debatir sobre ciertos temas que “a los muchachos” les preocupa y no quieren saber nada. No están acostumbrados a que se los ponga en tela de juicio. Bienvenido SXXI, tarde, pero bienvenido al fin.

Dicho esto, deberíamos pensar en cómo el gobierno logrará esto sin tener quórum propio en ninguna de las dos cámaras parlamentarias y contando sólo con algunos pocos gobernadores propios. Por otro lado, se trataría de reformas, sobre todo las dos últimas mencionadas, de alto y largo plazo. Y ahí volvemos a caer en las elecciones de este año.

Ganar por poco o ganar por mucho. “A mí me gusta ganar…siempre” mencionó hace poco el jefe de un bloque oficialista de la Cámara baja. ¿Y a quién no?. Pero en una elección como esta, ganar por mucho o ganar por poco significan cosas muy distintas. Significa creer que puedo hacer todo sólo o que necesito de otros para lograrlo.

El gobierno nacional viene negociando hace rato, inclusive detrás de escena como se suele decir, un acuerdo amplio con sectores del peronismo. Básicamente con algunos nuevos gobernadores, esos que a veces decimos que están más preocupados por sus provincias que por nacionalizar la elección (porque nadie dijo nada de la candidatura de CFK o del proceso llevado adelante en el Congreso para quitarle la diputación a Julio de Vido).  Esos que por momentos parecen hablar el mismo idioma.

Esos mismos gobernadores que el gobierno aspira a tenerlos de su lado si CFK terminan ganando la provincia de Buenos Aires para que puedan disputarle el poder. No son muchos por ahora, son un par pero comparten la visión de largo plazo que tanta veces hablamos y que es tan necesaria para el país. De hecho es el mismo Presidente de la Nación quien más claro lo tiene esto de un acuerdo político (como Pichetto, Pinedo y Sanz lo propusieron alguna vez). Tal vez a este gobierno cuando termine su mandato se lo debería valorar, o no, por su rol como ordenador del caos institucional de Argentina, a pesar que quiera ser transformador también.